de la consideración táctica y la sensatez quieta.
En sus pinturas algo se desarrolla constantemente, algo está pasando. Algún tipo de lucha siempre se está disputando. Se refleja un colorido expresivo y una oscuridad casi negra, pero con diferentes intensidades durante las décadas.
Desde que vivió las noches de bombardeo de Stettin durante su infancia, Detlef Kappeler ya no puede descansar.
Quien ha vivido alguna vez en la vida la destrucción total de humanidad, cultura, naturaleza igual que criatura, está muy consciente de que nada tiene o puede quedarse igual tal como está. Precisamente este pensamiento es el gran engaño que tanta gente lleva consigo.
Kappleler tiene un sentido por lo peligroso y las cosas en peligro. La muerte y la amenaza son parte de esto. Lo demoníaco está inmerso en las cosas. También en estas pinturas aquí colgadas se encuentran miradas demoníacas.
La excitación constante, la protesta, el caos y la pregunta por el sentido vuelven cada vez con nuevas variantes. Contemplen la pintura de la “Campesina”.
Si comparamos estas pinturas de Kappeler con aquellas de los años 70 y 80, se empiezan a reordenar. El “No-poder-descansar” no es una predefinición resignada al destino, sino una sublevación en contra de ella.En sus cuadros, desesperación y esperanza ahora surgen al mismo tiempo. La abstracción y la concreción llegan a una nueva dimensión común. Por eso, Kappeler será también presente en la exposición “Farbe-Form-Geste” en Chemnitz, Alemania en verano de 2008.
El motivo conductor de esta exposición es el cuadro “Costa da Morte” el cual integra empréstitos de la obra “Cándido” de Voltaire: “Sie stießen ein schreckliches Jammergeschrei aus, und im nächsten Augenblick war alles verschwunden”. Es una pintura existencial, casi religiosa, que cuestiona incógnitas sin respuestas. Me parece como una amalgama de paisaje y estado anímico.

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